Page 13 - LIBRO BLANCO 2018
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                LIBRO BLANCO DE LA SALUD VISUAL EN ESPAÑA
 2019
       como su agudeza visual, la visión periférica y los reflejos. Estas limitaciones dificultan su capacidad para desenvolverse de forma segura en el entorno, ya sea en su propio hogar o en la calle. Esto entraña abundantes riesgos y peligros en forma de accidentes, caídas, que acarrean consecuencias funestas, como fracturas y otras patologías de compromiso vital.
Pero, además de los problemas funcionales, el déficit visual tiene repercusión en los ámbitos relacional, afectivo y social, y, en casos extremos, puede llevar a la soledad y el aislamiento de la persona, incrementando el riesgo de ansiedad y depresión. La inseguridad ante posibles caídas, la falta de comunicación con las personas de su entorno y las dificultades para realizar actividades de ocio (cine, teatro, viajes, etcétera) van a hacer que las relaciones sociales disminuyan e, incluso, desaparezcan.
Los geriatras manejamos el concepto de “envejecimiento activo” propuesto por la OMS y que se define como “el proceso de optimización de las oportunidades de salud, participación y seguridad con el fin de mejorar la calidad de vida a medida que las personas envejecen”.
En este contexto, el papel del óptico- optometrista es fundamental para un envejecimiento activo y saludable. El aumento paulatino de la esperanza de vida en los últimos años hace más evidente la necesidad de contar con servicios optométricos de cuidados visuales y oculares especializados en adultos mayores. Mientras que una gran
proporción de personas mayores mantienen una vida activa y saludable por muchos años, hay un porcentaje que requiere de mayores cuidados de salud, incluyendo la salud visual y ocular.
El óptico-optometrista, desde su gabinete, puede realizar unas funciones de gran relevancia para mejorar la calidad de vida de las personas mayores, comenzando por cuidar la visión de ese 95 por ciento de pacientes que viven en residencias y que necesitan lentes, aunque solo el 31 por ciento de ellos usan los adecuados.
A su vez, la discapacidad visual en los mayores está en muchas ocasiones asociada al padecimiento de patologías, más o menos graves, que deberían ser detectadas en un estadio temprano de su aparición. Y ahí es donde el óptico-optometrista puede hacer una labor impagable, detectando desde su establecimiento sanitario determinadas enfermedades sistémicas con afectación ocular, como la diabetes, con la grave consecuencia de la aparición de la retinopatía diabética, las cataratas, el glaucoma, la degeneración macular asociada a la edad (DMAE), etcétera.
Concluir que mientras la optometría tiene y va a tener en el futuro un mayor papel que jugar en la medida y optimización de la visión funcional y en el tratamiento de muchos desórdenes visuales en la población de nuestros mayores, también tiene y tendrá la tarea de ir disminuyendo paulatinamente los porcentajes de cegueras que pueden ser evitables si son detectadas a tiempo. 
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