Page 132 - LIBRO BLANCO 2018
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                 RETOS DE LA OPTOMETRÍA
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Detectar a tiempo estos problemas y comenzar un tratamiento adecuado resulta fundamental para recuperar la visión y evitar problemas ma- yores, ya que en la mayoría de los casos es po- sible corregirlos. En la edad infantil es más fácil la prevención y la rehabilitación de cualquier alteración relacionada con el desarrollo visual, primero porque dichas alteraciones están me- nos arraigadas y en segundo lugar porque la neuroplasticidad existente a esa edad posibilita una mejor y más rápida rehabilitación.
Existen varios signos o síntomas que pueden servir de voz de alarma para que los padres detecten la existencia de un problema visual a tiempo. “Desde las típicas manifestaciones de visión borrosa, cansancio ocular y cefaleas, a manifestaciones menos habituales como visión doble o la apariencia de cualquier tipo de des- viación visual, enrojecimiento ocular, lagrimeo y presencia de tortícolis pueden ser síntoma de que algo va mal en la visión del niño”, asegura el experto, quien recuerda que “en algunas oca- siones, un mal rendimiento escolar se puede asociar también con trastornos de la relación acomodación-convergencia, por lo que se reco- mienda evaluar estas capacidades con el fin de descartar un posible problema de aprendizaje”. Por ello, añade Piñero, “el papel de los padres es crucial para poder detectar a tiempo alguno de estos problemas, pues el menor que siem-
pre ha visto mal no sabe distinguir que algo no funciona bien”.
Una vez detectada una alteración visual, el papel del profesional de Optometría es fundamental, de ahí que la visita al óptico-optometrista deba ser regular, con el objetivo de hacer un segui- miento en función de las condiciones que presen- te el menor y el grado de recuperación que vaya presentando. Habitualmente en niños con am- bliopía las revisiones se deben realizar cada 3 o 4 meses para comprobar el seguimiento de la tera- péutica propuesta y los avances producidos, que permitan valorar cualquier tipo de variación en el tratamiento. En general en aquellos pacientes ya recuperados se suelen pautar revisiones de segui- miento cada 6 meses y en aquellos niños que no presentan problemas, lo más recomendable es realizar revisiones anuales preventivas. “El exa- men optométrico es lo que nos diferencia como profesionales frente al oftalmólogo o al pediatra, y ese examen no debe incluir sólo agudeza visual y refracción. Nosotros aportamos un extra que supone la valoración de todas las capacidades vi- suales del ojo, y eso se traduce en una evaluación mucho más completa que nos da más idea de lo que puede tener un niño. Todo ello nos permite, además, complementarnos muy bien con otros profesionales decisivos en la etapa pediátrica, lo que confirma el papel fundamental del optome- trista”, concluye el especialista.
   




























































































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